El hilo suele
romperse por la parte más delgada, y eso es lo que le sucedió a Javier Duarte
de Ochoa. Su caída en desgracia se la debe, en buena medida, a delaciones en su
círculo cercano, particularmente de su gran amigo Moisés Mansur Cisneyros.
El video revelado
por Carlos Loret de Mola en su noticiero de Televisa, en el que Mansur
Cisneyros “suelta la sopa” sobre su papel en el tinglado de corrupción que
tiene hoy a Javier Duarte de Ochoa cerca de prisión –si lo encuentran, por
supuesto-, podría calificarse como el momento exacto en el que las ratas saltan
del barco que está hundiéndose.
“Moi” Mansur no
sólo admite que lo “encueraron” con la exhibición de su “herencia en vida” de
tres lujosas propiedades en la Ciudad de México en favor de Duarte de Ochoa.
También acepta haberle expedido una tarjeta de crédito adicional a la esposa
del ex gobernador de Veracruz, Karime Macías Tubilla, ambas situaciones
totalmente anómalas y que demostrarían su papel como prestanombres del
matrimonio.
Pero Mansur pone
un alto. “Es eso, no hay más”, asegura el empresario en parte de un video que,
de acuerdo con lo que ha trascendido, tiene una duración de más de cinco horas
en total y donde reparte un fuego en el que no quiere quemarse solo: acusa que
sus “amigos”, el multimillonario cordobés Jaime Porres y “Franky” García, eran
más allegados a Duarte y, por ende, están más hundidos que él.
La amistad de
Javier Duarte de Ochoa con Moisés Mansur Cisneyros, Jaime Porres
Fernández-Cavada y Francisco García González se remonta a sus años juveniles en
la ciudad de Córdoba, y se refrendó para hacer negocios desde el poder en el
sexenio pasado, cuando el primero se desempeñó como subsecretario y luego
secretario de Finanzas de la administración de Fidel Herrera Beltrán.
En la campaña por
la gubernatura de 2010, los tres se mantuvieron alrededor del entonces
candidato Duarte, siempre cerca de donde se movía el dinero y en coordinación
con Karime Macías, el verdadero “poder tras el trono”.
Una vez que
Javier Duarte asumió el poder en Veracruz, los tres se convirtieron en una
especie de “consejeros áulicos”, poderosos cortesanos que gracias a su cercanía
con el gobernador aprovecharon para hacer pingües negocios. “Franky” y “Moi”
como operadores financieros, y Jaime Porres, el más acaudalado de todos, como
el gran inversionista.
Por ejemplo, y
por citar apenas uno de esos negocios realizados recientemente, Porres
Fernández-Cavada es copropietario, junto con la familia xalapeña Fernández
Chedraui, del lujoso edificio de oficinas “El Olmo”, ubicado a un costado de
una plaza comercial a la salida de la autopista Xalapa-Veracruz.
Pues ni la crisis
financiera gubernamental impidió que fueran trasladadas a “El Olmo” las
oficinas de la Coordinación General de Comunicación Social estatal, que de
contar con su propio espacio en el palacio de gobierno, ahora ocupa dos pisos
completos en ese inmueble, pagando una renta que suma varios ceros y muchos
miles de pesos. Pero para eso son los amigos, ¿no?
Sin embargo, al
caer en desgracia y ser “encuerado” por los medios como prestanombres de Duarte
de Ochoa, “Moi” Mansur no ha dudado en “salpicar” y delatar a sus “amigos” con
tal de salvarse él mismo. Y de inmediato obtuvo respuesta: a través de sus
abogados Jaime Porres acusó a Mansur Cisneyros de buscar desviar la atención
sobre sus propias corruptelas. Por lo visto, se acabó la amistad.
En los buenos
tiempos, Javier Duarte y su trío de amigos se llamaban a sí mismos los
“bastardos sin gloria”, como la película de Quentin Tarantino. Incluso, mantenían
un chat privado en sus teléfonos BlackBerry con ese mismo título.
Nunca como ahora,
en el momento de su caída, es de tanta pertinencia ese apelativo.
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miércoles, 19 de octubre de 2016